Sunday, June 26, 2005

Verde azul

Que cosa tan extraña es volver a donde uno se crió después de largos años de ausencia, treinta años en la gran ciudad trabajando sin parar, los últimos años han sido mejores, he prosperado y ahora puedo darme el lujo de regresar al terruño, a la familia. Quiero comprar una ( ) en la playa, o mejor construir una a mi gusto con muchas plantas, buscaré a Don Sebastián, aquel albañil que arregló la fachada de la casa del ingeniero, ojalá siga vivo. Tomé un taxi en el aeropuerto y ahora recorremos la vieja carretera que nos lleva a la cabecera municipal de donde tomaré un autobús, que largo se me está haciendo el viaje y pensar que aún faltan seis horas, creo que leeré un poco, pero el paisaje no me lo permite, el verde era tan intenso, como lo recordaba, quiero bajarme y correr, quizás así pueda tranquilizarme un poco, no entiendo porque me siento tan inquieta. El taxista empezó a hacerme plática, era un hombre joven y simpático, viéndolo bien hasta guapo es, qué hará trabajando así, lástima de nana que le ha tocado como diría mi abuela, es para que el hombre estudiara o tuviera un buen empleo, es una pena la falta de oportunidades, hay tanto talento desperdiciado. El único transporte al pueblo está por salir, tengo que apurarme, no sé por qué traigo tantas maletas, pero ahora ni quejarme y a cargar. Al fin llegué a destino y parece que me he quedado en otra época, el pueblo es otro, tenía la idea romántica de que lo encontraría igual esperándome como lo había dejado con sus viejas calles y resulta que el progreso nos había alcanzado con varios edificios, calles pavimentadas y coches nuevecitos, y ahora para dónde agarro? ya me estoy arrepintiendo de haber venido, y si me regreso?
No puedo agarrar camino de vuelta por miedo al cambio a no poder manejar la situación, a encontrar a mis parientes acelerados y neuróticos, o no sería miedo a darme cuenta que hubiera podido prosperar sin haber salido del pueblo y sacrificado tantas cosas, un dolor inmenso me llenó el pecho, mezcla de enojo y frustración, no puedo moverme, estoy clavada al piso y tengo una ganas infinitas de llorar, me siento sobre las maletas para pensar. Después de un rato una niña que me observaba desde la banqueta se acercó y me preguntó: ¿dónde has comprado ese sombrero tan bonito? parece estar hecho de hielo, ¿vienes desde algún lugar frío? era sorprendente ver aquella pequeña tan desenvuelta y platicadora, me contó que su papá vendía boletos de lotería en el kiosco de la esquina y que a ella le encantaba acompañarlo para ver toda la gente que llegaba a la estación, esta plática me volvió el alma al cuerpo y después de regalarme un chicle la niña volvió con su papá. Me acerqué al mostrador y compré un boleto de regreso en el mismo autobús en que había llegado, no estaba dispuesta a arriesgar mi tranquilidad, subí al autobús sin dudar, haría de cuenta que esto era un sueño y que nunca había hecho ese viaje, quería quedarme con el viejo recuerdo de mi pueblo y la casa mejor la construiría en la montaña cerca del lago que se congela en invierno, el frío es maravilloso, cómo se me había ocurrido la playa con tanto calor? y en mi pueblo donde ni luz eléctrica hay, son ganas de sufrir las mías con esas ideas locas, tiene razón mis hijos, con la edad estoy perdiendo perspectiva. 2000